El otro día me comentaba una paciente que al convertirse en adulta, había visto cosas en sus padres que nunca antes había visto. De repente ha conocido que la relación de sus padres no es perfecta, que ellos se equivocan, que en ocasiones necesitan afecto y cómo no saben pedirlo, hacen cosas para llamar la atención de sus hijos… etc.
Ser adulto, como todo, tiene ventajas e inconvenientes, pero no cabe duda que la evolución es parte de este regalo que tenemos y llamamos vida.
Cuando somos niños, no hay nada ni nadie mejor que nuestros padres. Son todopoderosos, son los más fuertes, guapos, buenos, listos… los MÁS EN TODO.
Siendo adolescentes, nuestros padres se caen del pedestal, para que suban nuestros amigos. Los iguales son quienes se convierten en nuestras figuras de referencia y a las cuales estamos deseando contarles las cosas que nos pasan. Porque claro está, que “si se lo contamos a nuestros padres, no nos van a entender, porque nunca han pasado por esto”
Vamos creciendo y el foco de referencia va girando hasta mirarnos más a nosotros mismos y a nuestras nuevas necesidades. Buscamos pareja o decidimos estar solos, pero ahora somos nosotros quienes elegimos y nos imponemos ciertos criterios. Aunque no cabe duda, que todo lo que hayamos vivido desde que éramos niños nos va a influir en lo que hoy SOMOS, HACEMOS Y DECIDIMOS. Las personas de las que nos vamos a rodear van a marcar nuestras vidas.
En función de cómo haya sido ese vínculo inicial (gratificante, frustrante, etc.) con las figuras de apego, (en la mayoría de los casos, los padres), quedaremos condicionados para relacionarnos después con los demás niños, y posteriormente cuando busquemos pareja de adultos.
Como no podía ser de otra forma, la vida sigue y un día te ves ocupando un rol que hasta ahora era de otros… te has convertido en padre o madre, con todo lo que ello conlleva.
Eres tú, junto con tu pareja, quien va a elegir qué educación dar a vuestro hijo. Qué cosas de las que tu recibiste quieres transmitir a tu descendencia y cuales quieres hacer de manera diferente porque crees que no fueron adecuadas para ti. Para la pareja, es esencial y fundamental haber hablado previamente de cómo quiere educar a sus hijos, porque cada uno de los cónyuges proviene de familias diferentes y no será raro que surjan diferencias.
Nuestro hijo irá creciendo, nosotros evolucionando y nuestros padres envejeciendo y puede que de nuevo nos veamos ocupando un rol con el que no contábamos. Nuestros padres pueden necesitarnos y en ocasiones nos veremos ejerciendo papeles que antes, desempeñaban ellos.
Puede que haya llegado el momento de devolver a nuestros padres, todo aquello que ellos hicieron por nosotros. Aunque nunca hay que perder de vista, que ni para nuestros hijos, ni para nuestros padres será buena la sobreprotección. Es decir, todo lo que ellos sean capaces de hacer por sí mismos, siempre será mejor que cualquier tipo de ayuda.
Con este artículo, sólo os queremos hacer reflexionar sobre el momento del ciclo vital en el que os encontráis. Sea cual sea ese momento, no dudéis en disfrutar de lo que corresponde a esa etapa, sin precipitaros por llegar a la siguiente, ni viviendo en la añoranza de lo que ya pasó. La vida nos ofrece un sinfín de situaciones que hemos de pasar y siempre que sea posible, disfrutar y agradecer la oportunidad que tenemos de vivirlas.
Elisa Sancha Aranda
Psicóloga y Formadora Positiva Psicologia